domingo, 27 de noviembre de 2011

Pinotxo



Gezurra da.
Pinotxori esan zioten: "gezurrak esaten badituzu sudurra handituko zaizzu.
Ez da horrela.
Egia esanez da sudurra handitzen denean...

miércoles, 28 de septiembre de 2011

DUMBO no era un elefante

Delante de un cerdo, rodeada de perros, sólo oigo el ruido del txon mientras come: SATISFACCION. Los bebés cuando comen no suenan mejor.

No encuentro mucha diferencia. Bueno, sí:  he observado que cubren su timidez con las orejas.


Laurie Anderson dijo una vez que ella no comía nada que tuviera ojos, sexo, nariz y boca. Y yo, pillada "in fraganti" por la mirada porcina recuerdo sus palabras acompañada de la contradición jugosa de la "txintxorta":

"Del cerdo, hasta los andares"

http://youtu.be/vzYu88jIDYs

jueves, 16 de junio de 2011

TAURO & I



Hay una joven, acompañada de un Tauro que le está contando algo: parece un secreto. Delante de estas dos figuras, un camino se pierde en la curva del fondo, a la derecha, acompañado de un cerrado de alambre; a los lados del camino, tres colores: marrón, blanco y verde, simétricos. El marrón, de la morolla; el blanco, por la nieve; y el verde, la hierba que asoma por escapar del marrón y el verde. No es en vano, que éstos la cubran. Los árboles cierran este cortejo, como un homenaje.
O como una broma cruel.

Hay esperanza

pues por detrás de la curva se muestra el cielo, una ventanita desde donde nos llaman, entre danzas y txalos, los gigantes del mundo, mis hermanos.

La joven viene de muy lejos: ha caminado por los más sórdidos rincones de la mente; sigue caminando. No obstante, no abandona esos lugares: los guarda en su corazón, por si tiene que volver a atravesar esos infiernos.

sábado, 28 de mayo de 2011

EL GIMNASTA




“Me piden que hable. Llevo tanto tiempo encerrado en este cajón…

Pero no, no es el cajón, es la pared. Siglos y siglos colgado del mismo gancho, mudo, sin hablar con nadie me han convertido en un SER sin VERBO, un espectador invisible.
Soy símbolo de sufrimiento, del Poder del sufrimiento.
Un continuo recordatorio del esfuerzo que cuesta vivir y de lo terrible que resulta morir. Conmigo al lado la felicidad nunca resulta absoluta.
Aún así, hubo un tiempo en que presidía todas las alcobas.

Desde mi altura la visión era privilegiada. Y así fui convirtiéndome en un “voyeur”, en un fisgón. A nadie, con el paso del tiempo parecía importarle mi presencia; las oraciones ya no iban dirigidas a mí, lo cual me daba completa libertad para observar lo que pasaba ahí abajo. Hasta que llegaron aquellas dos mujeres.

No fue hasta pasados varios encuentros sexuales que hablaron de mí, aunque desde la primera cita sentí cómo me clavaba (sensación que conozco muy bien) los ojos una de las amantes”:





-“Oye, ¿siempre tenemos que follar con ese ahí?”- preguntó, cortando la entrada amorosa de su compañera, quien, riéndose, pareció darse cuenta por primera vez de mi presencia.

-“Estoy tan acostumbrada que ya ni lo veo. No te preocupes”.


“Sentí pánico. Vi cómo se acercaba con una sonrisa que me pareció horrible esa vez, y alzándose de puntillas sobre la cama levantó la cruz apartándome decidida y, he de reconocer, con cuidado. Todo sucedió muy rápido, apenas tuve tiempo de darme cuenta de nada. Hasta que se hizo el silencio y todo fue oscuridad a mi alrededor.”

“No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Pasaron por mis recuerdos las largas noches de oración y miedo en el desierto y mi voz volvió a clamar angustiosa:

“Padre, me has vuelto a abandonar. No ofrecí mi vida
para perpetuarla de esta manera.”


“Y entonces mis ojos volvieron a ver, poco a poco al principio. Noté caricias en mis heridas, y una sacudida olvidada se abrió paso a través de mi cuerpo rígido por los siglos de los siglos, mientras una voz lejanamente familiar susurraba en mi alma dolorida:

“Pero no, Hijo, te doy la oportunidad de rehacer tu vida.
Ya sufriste demasiado”.


“Allí, a mi lado, estaba mi ángel de luz, la mujer amada, la que besó mis pies y tragó mi sangre. Mira por donde la encuentro de nuevo. Ya no quiero salir del cajón, el último cajón del armario”







Itxina



Salgo a cazar. Preparo la cámara.
La foto me llama
Copio el alma del bosque. De Ohian
El original se queda.
Cuando regreso a casa, repasando las imágenes
siento que la cazada soy yo.

Schhhhhhhh!





Somos una serie de personajes que nacen en la imaginación de quien nos contempla,
cobrando vida desde el momento exacto en que nos convertimos en objeto de la cámara.
Sobrevivimos al papel, y aún así.....
permanemos dormidos.
No vengais a despertarnos.